A menudo se habla de marca como si fuera algo que nace de una buena campaña publicitaria o de un producto bien diseñado, para Yaser Dagga, CEO de Galería Avanti, y presidente de Frigilux, es más que eso. Aunque esos elementos importan, con los años he comprendido que una marca sólida no se construye desde el exterior hacia adentro, sino desde adentro hacia afuera.

Detrás de cada logro, cada cliente satisfecho, cada decisión acertada, siempre hay un equipo. Personas comprometidas, profesionales que suman desde sus talentos, ideas y convicciones. Porque una empresa puede tener visión, pero sin equipo, no tiene ejecución.

En mi experiencia al frente de organizaciones como Frigilux y Galería Avanti, he aprendido que el equipo no solo ejecuta una estrategia: le da vida, la fortalece y la transforma. Y esa verdad, aunque parezca sencilla, es la base sobre la cual he construido, “y continuó construyendo”,  nuestra identidad empresarial.

Las personas hacen cultura. Y la cultura hace marca.

Una marca fuerte no se trata solo de colores, tipografías o slogans. Se trata de cómo actuamos, cómo respondemos, cómo tratamos a los demás y eso comienza desde adentro.

Cada miembro del equipo influye en la cultura organizacional. En la forma en la que se atiende a un cliente, se resuelve un problema, se toma una decisión difícil. Por eso, formar un equipo que comparta valores es tan importante como formar uno que tenga habilidades técnicas.

“La marca que construimos hacia afuera es el reflejo de la cultura que cultivamos dentro”, Yaser Dagga Muhd, CEO de Galería Avanti. 

La comunicación interna es tan clave como la externa

Uno de los errores más comunes en las empresas es poner todo el esfuerzo en la comunicación hacia el público, pero descuidar la comunicación con el equipo.

Si quienes forman parte de la organización no están alineados con la visión, los valores y los objetivos, difícilmente podrán proyectarlos hacia afuera con coherencia. Lo he comprobado muchas veces: una buena campaña puede captar la atención del público, pero es la coherencia del equipo lo que la sostiene.

Por eso, siempre he apostado por una comunicación interna clara, frecuente y abierta. Escuchar, informar, involucrar. Porque cuando el equipo está bien informado y se siente parte de algo más grande, actúa con más compromiso y propósito.

Cada evento importante, cada nuevo proyecto, cada movimiento estratégico, por pequeño que parezca, es comunicado a nuestros equipos de trabajo. Desde el área operativa hasta los niveles administrativos, buscamos que todos los eslabones estén alineados, entendiendo el “por qué” y el “para qué” de cada decisión, desde su rol y función.

Esa coherencia interna no solo mejora los resultados, también construye confianza y sentido de pertenencia. Porque cuando una persona sabe que su aporte es parte de una visión compartida, trabaja con más propósito.

La confianza no se exige, se construye

Como líder, y empresario he aprendido que la confianza dentro de un equipo no nace por decreto, sino por coherencia. Se construye desde el ejemplo, desde la escucha, desde la capacidad de reconocer aciertos… y también de corregir.

“Confío en mis equipos porque los he visto resolver, crear, superar desafíos. Y ellos confían en mí porque saben que detrás de cada decisión hay una intención clara: construir juntos algo que trascienda”, Yaser Arafat Dagga, presidente de Frigilux

La marca también se fortalece desde esa confianza. Porque cuando las personas se sienten seguras en su entorno laboral, se atreven a dar lo mejor de sí.

El liderazgo no es imponer, es potenciar

No creo en liderar desde la distancia. Creo en estar presente, escuchar, reconocer el talento, permitir que las ideas circulen. Creo en liderar desde el ejemplo, desde la cercanía y desde la exigencia con propósito.

He visto lo que ocurre cuando a una persona se le da espacio para crecer. Cuando se le da confianza para proponer. Cuando se le hace sentir que su aporte cuenta.

Una de mis prácticas más constantes ha sido reunirse diariamente con los distintos equipos. No solo para dar directrices, sino para entender sus necesidades, escuchar sus retos y aportar desde mi experiencia en cada área que impacta directamente a nuestras marcas. Conocer de cerca lo que ocurre en cada departamento me permite tomar mejores decisiones y también ayudar a cada líder a potenciar sus propias capacidades.

Un buen equipo no es aquel que sigue órdenes, sino aquel que entiende la visión y la transforma en acción con criterio propio. Y eso solo se logra cuando el liderazgo está presente, es accesible y se compromete con el desarrollo de su gente.

El equipo es parte del legado

Cuando pienso en el futuro de las marcas que lidero, no pienso solo en números o expansión. Pienso en las personas que hoy forman parte de esta historia. En quienes llevan años apostando por este proyecto, con la misma pasión y entrega del primer día. Dentro del equipo hay colaboradores que tienen 17 años con nosotros, otros 11, y muchos que han encontrado aquí no solo una fuente de empleo, sino una verdadera comunidad. Confían en esta empresa, han construido sus hogares con este trabajo, y saben que aquí su esfuerzo tiene valor.

También pienso en los que llegaron más recientemente, con ideas frescas, ganas de innovar y de sumar. En los que, día tras día, le dan identidad a cada detalle.

Una marca sólida no es solo una empresa que vende: es una comunidad que inspira, que se mantiene firme con el tiempo y que deja huella. Y esa comunidad comienza con quienes están adentro. Con el equipo.

Por eso, siempre he creído que el crecimiento del negocio tiene que ir de la mano con el crecimiento del equipo. Es una necesidad —y una responsabilidad— que cada persona se sienta cómoda, digna y estable dentro de la organización. No se trata solo de motivar, sino de construir condiciones reales para que el talento florezca. Invertir en el desarrollo humano no es un lujo: es parte del ADN de cualquier marca que quiera trascender.

Y esa comunidad empieza con quienes están adentro. Con el equipo.

Hoy más que nunca, en un entorno de cambio constante, el mayor activo de una empresa no es solo su tecnología, su infraestructura o su producto. Es su gente.

Invertir en equipo no es un gasto: es una estrategia. Cultivar cultura empresarial no es un lujo: es un factor de sostenibilidad. Y reconocer el valor de cada persona que construye desde su rol, no es solo justo: es inteligente.

Yo sigo aprendiendo cada día de las personas que me rodean. De cómo enfrentan los desafíos, de cómo se entregan con pasión, de cómo entienden que el trabajo no es solo una tarea, sino una forma de construir algo con sentido.

Y una marca con sentido es, al final, una marca que perdura.

Yaser Arafat Dagga Muhd