En el mundo empresarial actual, hablar de datos ya no es una novedad. Todos sabemos que los datos son valiosos. Lo que realmente marca la diferencia es cómo los usamos.
Durante años, muchas empresas han asumido que implementar un CRM (Customer Relationship Management) es suficiente para volverse “data-driven”. Pero tener una herramienta no significa saber aprovecharla. Para mí, los datos no son solo un registro: son una brújula. Y en un entorno tan dinámico como el venezolano, tomar decisiones con base en información real y actualizada puede ser la diferencia entre avanzar o estancarse.
Del dato al criterio: lo que aprendimos
En nuestras operaciones, desde Frigilux hasta Galería Avanti, los datos no se quedan en una hoja de cálculo. Se convierten en conversaciones, decisiones, estrategias. Aprendimos —no sin errores— que almacenar información sin propósito es como tener una biblioteca cerrada: todo el conocimiento está ahí, pero nadie lo consulta.
Por eso, dimos un paso más allá. Comenzamos a construir una inteligencia empresarial transversal, donde el comportamiento de compra, los hábitos de los clientes y la rotación de inventario nos hablan en tiempo real. Hoy sabemos qué productos prefieren nuestros consumidores según la temporada, qué combinación de marcas genera mayor valor y qué categorías necesitan ajustes antes de que el mercado nos lo reclame.
Ese tipo de anticipación no la da un CRM por sí solo. La da una cultura que entiende que el dato es solo el punto de partida.
Tres claves para convertir datos en decisiones
- Observación constante, sin automatismos ciegos
Automatizar procesos es útil, pero confiar ciegamente en un sistema puede alejarnos del criterio. Cada dato necesita contexto. En mi experiencia, los números hablan, pero hay que saber escucharlos. ¿Por qué bajó una categoría? ¿Qué evento externo pudo influir en una tendencia de consumo? Las respuestas nunca están solo en el software.
- Interpretar con visión de negocio
El verdadero valor de los datos surge cuando los usamos para tomar decisiones alineadas con el propósito de la empresa. Si un producto rota menos, ¿es por el precio o por falta de promoción? Si un cliente vuelve, ¿qué lo motivó a regresar? Cada dato encierra una oportunidad, pero hay que interpretarlo con una mirada estratégica.
- Conectar datos con personas
Nuestro equipo de ventas, de inventario, de atención al cliente, tiene un rol clave en todo esto. No se trata de que un analista lea reportes, sino de que toda la organización entienda por qué se toman ciertas decisiones. Cuando un vendedor sabe que un cambio en exhibición responde a un patrón real de consumo, su forma de atender cambia. Y eso se nota.
Datos que se traducen en experiencia
Uno de los mayores aprendizajes ha sido ver cómo el uso consciente de la información impacta directamente en la experiencia del cliente. Desde cómo se organiza una exhibición hasta qué marcas se priorizan en una campaña. Todo está basado en lo que el cliente realmente valora.
La recopilación de datos nos ayuda a mantener una rotación saludable de inventario, evitar sobrecostos y actuar con precisión en momentos clave. En un mercado con tantas variables, ese nivel de agilidad es fundamental.
La madurez digital no es solo tener tecnología, es saber usarla
No creo en soluciones milagrosas. Creo en procesos sólidos, adaptables y conscientes. En cada paso que damos hacia la digitalización, entendemos que la clave no está en la herramienta, sino en el criterio con que la usamos. La tecnología es un aliado, pero el liderazgo está en la interpretación, en la conexión humana y en la toma de decisiones con propósito.
Hoy, más que nunca, los datos bien usados no solo optimizan operaciones. Nos ayudan a construir una empresa más empática, más eficiente y más preparada para lo que viene.
Y ese es, para mí, el verdadero poder de la innovación.